24 nov 2009

¡Quiero a mi mamá!

Muchas veces, cuando las mamás nos sentimos aliviadas porque el bebé comienza a dormir durante más horas seguidas, todo cambia y comienza a despertarse llorando desesperado en mitad de la noche. Otras, cuando el bebé iba con todos sin problemas y a todos hacía sonrisas, de repente: sólo quiere estar con mamá y llora con las demás personas. ¿Qué le está pasando? ¿Está enfermo, algo le molesta, esta situación es un retroceso?
Nada de eso: nuestro hijo ha llegado a lo que se llama “la angustia del octavo mes”. Es una etapa normal en la vida de cada bebé, que no necesariamente tiene que darse cuando cumple ocho meses; puede pasar tanto en el quinto como en el catorce y dura unos pocos meses, tras los cuales todo vuelve a la normalidad.
La principal característica de esta etapa es el temor que siente el bebé a que la mamá lo abandone, por eso se vuelve “pegote” de ella. Bastante más atrás queda el resto del grupo familiar, lo que explica que las personas rechazadas, muchas veces sean el papá, los abuelos o los tíos que se molestan ya que no se explican este cambio sorpresivo.
Lo que le sucede al bebé es que comienza a reconocerse como un ser distinto y separado de su mamá, así surge la angustia al sentirse librado a su propia suerte, a ser “abandonado”. En muchos casos, hasta ir al baño es un desencadenante de un drama: muchas mamás deben dejar la puerta abierta o llevarlos con ellas para evitar estas escenas de llanto.
También comienzan a distinguir las caras familiares de las extrañas: si alguien que él no conoce se aproxima, bajará la mirada, llorará, gritará o se tapará los ojos con la mano. Esta reacción se intensifica cuando la mamá no está cerca porque al acercarse un extraño, se siente defraudado en su deseo de verla.
Cómo ayudarlo:
- Rspetar sus sentimientos, tratando de darle tiempo para superar sus miedos y angustias.
- No dejarlo llorar sin prestarle atención, ni dejarlo solo en un cuarto: ambas actitudes pueden jugar en contra, confirmar sus temores y volverlo más miedoso.
- Explicar a las personas “rechazadas” la etapa que está pasando el bebé para que no lo tomen a mal y se acerquen a él de una forma tranquila, lenta, hablándole mientras él permanece bien cerca de su mamá.
- Hablarle en forma tranquila, explicarle quienes son las personas que se acercan y decirle que no debe asustarse.
- Evitar cambios importantes durante esta etapa: mudanzas o cambios de la persona que los cuida pueden agravar la angustia.
- Utilizar el juego de esconderse detrás de una sábana y volver a aparecer: así aprenderá que la mamá puede irse pero que siempre vuelve.
- Jugar a tirar cosas al suelo y recogerlas también los ayuda a relacionarse con los objetos y a comprobar que, aunque no les vea, están.
- Si se despierta llorando de noche, lo ideal es acunarlo, darle de mamar y calmarlo con mimos, sin cambiar las rutinas de sueño porque luego es muy difícil volver atrás.
Esta primera angustia en la vida del bebé contribuye a su formación como individuo y lo recomendable es que las mamás y papás mantengan la calma y sepan que es una etapa que pasa pronto… por suerte: no hay mal que dure cien años.

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