16 sept 2010

Comerse a sí mismo


Desde hace ya demasiado tiempo el peso corporal ha sido asociado con valores socioculturales: en la antigüedad, la delgadez se asociaba con espiritualidad y misticismo. Hoy, se la asocia con belleza y éxito social y así la bulimia y la anorexia, entre otros trastornos, tomaron una dimensión inesperada.

“Escondía las galletitas del desayuno en algún cajón, volvía loca a mi mamá a la hora de cenar para que me sirviera menos, detestaba mis piernas, la balanza era mi mayor preocupación y recién tenía diez años” Así recuerda María los inicios de su obsesión por ser flaca, aquella época en la que aún desconocía que lo que le pasaba era una enfermedad, una enfermedad a la que aún hoy no se atreve a asegurar que ha logrado derrotar.
Como María existen miles de personas que sufren de trastornos de la alimentación, tal es así que la Organización Mundial de la Salud (OMS) ya los considera una epidemia, afirmando, entre otros datos, que el 60% de la población femenina mundial hace dieta y el 75% se cree con sobrepeso.
Según la Asociación de Lucha contra la Bulimia y la Anorexia (ALUBA), la bulimia y la anorexia son las alteraciones más comunes de la conducta en el acto de comer, aunque no las únicas. Entre otros desórdenes alimentarios, ALUBA destaca la ortorexia que es la obsesión por ingerir alimentos “sanos”, sin contaminantes ni productos artificiales y la vigorexia que consiste en una distorsión de la imagen corporal mediante la cual los pacientes nunca se ven del todo musculosos por lo que generan una adicción al gimnasio.
Temor intenso a engordar, alteración de la imagen corporal en la que la persona se ve gorda a pesar de estar delgada, atracones recurrentes en los que sienten que se pierde el control sobre la comida, abuso de laxantes o diuréticos, excesivo ejercicio físico: la obsesión por el cuerpo y por la comida siempre están presentes y determinan graves alteraciones en la conducta de quienes las sufren.

Nada nuevo bajo el sol
La palabra anorexia deriva del griego y significa falta de apetito. El primer caso se remonta a 1694, cuando un médico inglés llamado Morton describió a una joven paciente en estado de desnutrición: “parecía un esqueleto vivo, solamente piel y huesos, no tenía síntomas febriles y padecía un frío descomunal”.
Ya en la década de 1870 Gull, un médico británico nombró por primera vez a la enfermedad como “anorexia nerviosa” y le otorgó un componente mental al señalar que en las pacientes examinadas se percibía una negación perversa a comer.
Por su parte, la palabra bulimia deriva del griego bous (buey) y limos (hambre) y significa tener el apetito de un buey. Los primeros antecedentes se detectan en la antigüedad, cuando los individuos dependían de la caza masiva seguida de uno o dos días de comilona: ello en virtud a que estos atracones permitían acumular tejido graso para compensar los períodos de carencia de alimentos.
La bulimia fue inicialmente concebida como un desorden somático causado por parásitos intestinales o lesiones cerebrales y a comienzos del siglo XIX los diccionarios médicos la describían como la presencia de apetito voraz seguida de vómito, propia de la histeria y del embarazo: recién en 1979 fue aceptada como un desorden neurótico.

Crónica de una muerte anunciada
Tanto la bulimia como la anorexia generan en quienes las sufren gran cantidad de conductas que, de una forma u otra, los pueden a llevar a la muerte. Si no reciben tratamiento adecuado, los pacientes tendrán problemas para relacionarse en el colegio, en el trabajo y hasta con su propia familia, no podrán lograr independencia ni autosuficiencia y por ende no obtendrán una inserción social adecuada.
Los pacientes bulímicos se caracterizan por presentar episodios recurrentes de voracidad, seguidos de vómitos autoinducidos. Según la licenciada Ángeles Moravek, psicóloga especializada en estas enfermedades, tienen conciencia de que su patrón alimentario es anormal pero al mismo tiempo, sienten que no pueden controlar la ingesta de comida. “Todo lo que hacen repercute en su organismo, entre otras consecuencias se pueden mencionar oscilaciones significativas de peso, deterioro de las piezas dentarias, amenorrea o ausencia de menstruación y carácter irritable dado que se sienten culpables”, asegura la profesional. El mayor peligro para un bulímico lo generan las llamadas “conductas compensatorias”: luego de los atracones, aumentan la ingesta de líquidos para cancelar el hambre, se provocan los vómitos y abusan de diuréticos y laxantes, todas conductas purgativas que pueden provocar la muerte por paro cardíaco al ocasionar la pérdida de potasio.
Por otro lado, los pacientes anoréxicos. En ellos lo que prevalece es un miedo intenso a la obesidad y a diferencia de los bulímicos, no tienen conciencia de su enfermedad. Su conducta se centra en un afán por “no comer” ya que se ven gordos a pesar de tener bajo peso: cortan los alimentos en trozos pequeños, tiran o esconden la comida, cuentan las calorías y realizan hiperactividad para bajar de peso.
En consecuencia, tanto ALUBA como Moravek destacan que es necesario tomar conciencia de que estamos frente a enfermedades graves, tan graves que la OMS asegura que un 15% de las personas afectadas muere a causa de estas patologías.

¿Y ahora quién podrá salvarnos?

Ante tantos datos terribles, esta es la pregunta, entonces: ¿alguien se encarga de intentar prevenir estas enfermedades en nuestro país? Y la respuesta es pobre: pocas medidas se han tomado al respecto.
Por un lado, se puede mencionar la famosa Ley de Talles que entró en vigencia en la provincia de Buenos Aires en diciembre de 2005 y que establece que los comercios de venta de ropa para adolescentes en esa provincia están obligados a mostrar en las estanterías prendas desde el talle 38 y hasta el 48 de todos los modelos, correspondientes a las medidas antropométricas de la mujer adolescente. Esta ley tiene como objeto eliminar la presión social del llamado “cuerpo perfecto”, una arbitrariedad que puede impulsar a los adolescentes a padecer de problemas en la alimentación. Sin embargo, un simple relevamiento realizado en dos o tres negocios que venden ropa de las marcas más populares entre adolescentes revela que la ley no se cumple: “talles para vos no tengo” o “para tu cuerpo no hay”, son frases que se escuchan a diario en estos comercios.
“Yo, con un cuerpo normal, no consigo talle en muchas casas”, asegura Valeria, una joven a la que se percibe bastante enojada, “no me quiero imaginar si viene alguna chica un poco excedida de peso”. Y mejor ni imaginar el impacto que puede tener una respuesta así en una adolescente que sufre de bulimia o anorexia.
Siguiendo una línea similar, existe un proyecto de ley presentado por el diputado Helio Rebot ante la Legislatura porteña que tiene como objeto prohibir desfilar a jóvenes extremadamente delgadas en la ciudad de Buenos Aires, el que a la fecha no ha sido discutido. El proyecto consta de un único artículo que establece la prohibición de desfilar a todas aquellas personas que tengan un índice de masa corporal inferior a 18, conforme a las recomendaciones de la OMS. El índice de masa corporal se obtiene dividiendo el peso de la persona por la estatura al cuadrado y según su autor “lo que busca la ley es prevenir la transmisión de cánones de belleza que generen enfermedades vinculadas con la mala alimentación”
Y más reciente aún es el proyecto presentado por Silvia Majdalani, presidenta de la Comisión de Defensa del Consumidor, que establece que “ningún comercio porteño de ropa para mujer podrá exhibir sus prendas en maniquíes que midan menos que la talla 38” y que apunta a combatir la frustración que genera en las compradoras la diferencia entre cómo les sienta la ropa a estos exhibidores y cómo les sienta a ellas.
Parece muy poco el accionar si se compara con las consecuencias de estas enfermedades: muchos proyectos, pocas leyes. Y las que existen, sin cumplirse.

Pro Ana y Pro Mia
Puede parecer extraño pero en internet existen miles de sitios pro anorexia (pro ana) y pro bulimia (pro mia). Estos sitios ofrecen imágenes de mujeres peligrosamente delgadas, a las que se les ven las costillas y que sus visitantes toman como inspiración para seguir muriendo de hambre.
Entre otros “servicios” que prestan estas páginas web se pueden encontrar tablas de calorías, dietas para iniciarse, consejos prácticos para disimular ante las familias y secretos como, por ejemplo, cuales son los laxantes de mejor resultado.
En uno de esos foros puede leerse un testimonio aterrador: “La anorexia y la bulimia son enfermedades. Pero pueden convertirse en un estilo de vida, hay millones de personas como yo y estas páginas han hecho mucho por mí: no soy más pro-ana que antes, sólo que ahora no me siento sola”

Sexo y edad.
La licenciada Movarek asevera que no existen edades específicas en la que se den este tipo de trastornos: “se ven casos en edades muy tempranas y se ven casos de ancianos con bulimia o anorexia”, explica. Incluso existen bebés y niños que se niegan a comer, aunque la edad de mayor riesgo es la adolescencia.
En cuanto al sexo de los pacientes, relata que “cada vez se reportan más casos masculinos” y que la causa estaría en los cambios que se verifican del rol masculino en la sociedad y la importancia que la sociedad le otorga a la imagen externa. No obstante, las mujeres siempre son más propensas a sufrir de desórdenes alimentarios.

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