10 sept 2009

Un parto fuera de lo común (narrado por Luciana, la mamá protagonista)

El martes primero de mayo, después de cenar con la familia, empezamos el trabajo de parto. Las contracciones venían cada quince minutos y yo creía que eso era doloroso. Martín, mi pareja, me guiaba en las respiraciones. A las dos de la mañana festejamos juntos la pérdida del tapón mucoso.
Tres horas más tarde las contracciones venían cada tres minutos. Martín
llenó la bañadera y fuimos llevando la cosa hasta las 7:30 de la mañana, hora en la que llegó Alejandra, un ángel que trabaja como partera.
Ella midió la dilatación, que para ese momento era de tres centímetros. Mi desesperación fue en aumento, a partir de una conclusión errónea: siete horas para dilatar tres centímetros significaba que debía estar cerca de quince horas más para dilatar por completo. Por suerte no fue así. Gracias a un par de vómitos y gritos desgarradores, a las 10:00 de la mañana todo estaba listo para empezar los pujos: la dilatación había llegado a los diez esperados. Martín lloraba desde lo agudo. Sentía,
después me lo dijo, una profunda impotencia para tolerar el dolor ajeno. No me creo capaz de soportar verlo a él en esa situación.
Parir es violento, punk, border. Sentía que el cuerpo se me partía,incapaz de ser madre. Creo que cuando rompí bolsa, Carlos el obstetra ya había llegado. Comentario aparte: el doctor abrió la puerta de casa, vio el cuadro y exclamó: "esto es un zoológico" .Es que Román (el perro), Flora y Fauna (las gatas) estaban ahí, poniéndole onda a mis alaridos.
El líquido amniótico no estaba limpio, el color era marrón, cosa que indica que había meconio. Situación que en un hospital te precipita a la cesárea. Ahí entré en pánico, sin saber que todo podía complicarse más: un rato más tarde, sin calma ni por un instante ya que entre cada contracción no pasaba un minuto, Ale y Carlos diagnosticaron una doble circular de cordón.
Sentí que tenía que sacarlo ya, de hecho no había más tiempo. Y así fue. El mayor de los orgasmos, verlo salir, tocarlo, escucharlo llorar. Al ratito estábamos todos echados en la cama: Juan dándole a la teta, Ale, Carlos, Martín y yo comiendo almendras, pasas y nueces.
Todavía hay un poco de olor a sangre en casa. Pero fue el nacimiento mas lindo que jamás pude imaginar. En una institución no hubiese zafado de la cesárea. Atravesar este camino me hizo sentir capaz de ser madre, tenía que hacerlo por primera vez en mi vida sin anestesia.
Ahora Juan duerme, y yo voy a aprovechar para acompañarlo.

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