18 dic 2009

¡Mío, mío y mío!


Llega un amiguito a casa a jugar un rato, las mamás nos sentamos tranquilas ¡cinco minutos! a tomar un café y en menos de un suspiro: la hecatombe, la debacle total, una serie de gritos, llantos, tirones de pelos y juguetes revoleados por el aire que no entendemos: los dos quieren el mismo juguete y su dueño (sí, nuestro hijito) no lo quiere prestar. ¿Es nuestro bebé un egoísta? ¿Estamos fallando en la educación? ¿Cómo actuamos ante esta situación que se repite cada vez que alguien le agarra un juguete?
Como primera medida hay que tener en cuenta que durante los dos primeros años, los chicos no distinguen cuando algo les pertenece o no: si se familiarizan con un juguete o si llevan un rato largo de tiempo con algún objeto, creen que es suyo. Del mismo modo, si prestan un juguete, piensan que no les será devuelto. Por ello, no sólo no quieren prestar sus juguetes sino que muchas veces “arrebatan” los de los demás.
Además, alrededor de los dos años, tienen como absoluto protagonista de todo al “yo”: aunque aún no la pronuncien y hablen de sí mismos en tercera persona, ya se está definiendo su identidad, la frontera entre su propia persona y la del resto del mundo. Y, la forma que tienen de demostrar que poseen voluntad propia es diciendo “no”, un no que generalmente viene acompañado de rebelión, obstinación y caprichos: no quieren comer, no quieren vestirse, se pelean con otros nenes, rompen los juguetes, desafían a los papás cuando se intenta poner un límite, etc.
Y por último hay que saber que los nenes de esa edad no tienen noción de los sentimientos y necesidades de los demás, no son capaces de aceptar otro punto de vista que el suyo propio: están centrados en sí mismo, siempre ven satisfechas todas sus necesidades y esto genera un creciente egocentrismo que debe ser tomado sólo como una etapa normal de su desarrollo.


¿Cómo actuar?


Todo se puede enseñar, sobre todo mediante el ejemplo. Si los chicos ven que mamá y papá comparten, a la larga y por imitación harán lo mismo. Y con pequeñas actitudes se fortalece esta enseñanza:
1. Enseñarle a compartir las tareas en el hogar, asignándole deberes fáciles como poner las servilletas en la mesa o dejando que ayude al momento de hacer una torta, por ejemplo.
2. Realizar una preparación previa a la llegada de algún amiguito, explicándole que los juguetes son para compartir.
3. Alabarlo cuando está compartiendo, felicitarlo por su accionar hasta que ese accionar se dé de forma absolutamente natural.
4. Permitirle guardar su juguete favorito antes de que lleguen sus amigos, para evitar resquemores y para respetar ciertas cosas que para él tienen un valor especial.
5. Cuando se generen las situaciones de conflicto, no intervenir para ver cómo la resuelven entre ellos; si no lo logran, intentar que uno de los dos enfoque su atención en otro objeto para despejar el nubarrón.
6. Cada vez que compartas algo con él, ponlo en palabras: “me gusta compartir estas galletitas con vos”
7. Agradecerle cada vez que él quiera compartir algo contigo o con otras personas.
8. Intentar enseñarle a jugar “por turnos”: un ratito cada uno, ahora me toca a mí, hay que esperar para subir al tobogán, etc.

Todo vale a la hora de intentar enseñar algo bueno a nuestros hijos. Pero lo más importante es mostrarles las ventajas que tiene el compartir: es más divertido jugar con los amigos, otro día tus amigos te van a prestar a vos, tu amigo está muy contento porque vos le prestás, etc. Esto último, “el prestar por hacer sentir bien a otro”, a la larga lo hará sentir bien a él y comenzará a compartir sus juguetes de forma desinteresada.
Y es fundamental no obsesionarse con el tema ni pensar que nuestro hijo es “malo”: sólo se trata de una fase de su crecimiento que pasará con el tiempo y paciencia.

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