Se enojó mamá

Poner límites debe ser una de las tareas más difíciles para la mayoría de los padres. Pero también es una de las más necesarias: los límites dan seguridad y protección al niño, lo ayudan a tener claros algunos criterios y le enseñan a manejar la frustración, a aprender a renunciar a algunos de sus deseos.
Los tres puntos más importantes a la hora de marcar normas, según Don Bosco (sacerdote católico, educador y escritor italiano del siglo XXI) son:
- Explicar: no hay que decir a nuestros hijos que hagan tal cosa “porque sí” o “porque yo lo digo” sino intentar establecer un diálogo en el que se explique la razón del límite impuesto y las consecuencias que puede traer el pasar dicho límite. Cuando así lo hacemos estamos valorando a nuestro hijo como una persona capaz de entender, de lo contrario se le dice implícitamente que son poco inteligentes y sólo lograremos una rebeldía mayor.
- Demostrar afecto: decirles que la principal razón por la cual ponemos límites es porque los queremos y no queremos que les pase algo malo.
- Ser coherente: vivir de acuerdo a las normas que intentamos imponer como padres; si no lo hacemos así, en algún momento seremos descubiertos y desacreditados.
Claro que esta forma de actuar requiere muchísima paciencia y más de una vez nos descubriremos a nosotros mismos gritando como locos y amenazando con “la policía”, “el cuco” o cualquier figura intimidante que ayude a que nuestros hijos obedezcan. Sin embargo no creas que esto te convierte automáticamente en un “mal padre”: muchas veces no tenemos las energías suficientes para enfrentarnos a los chicos o intentamos compensar el poco tiempo que pasamos con ellos siendo más permisivos de lo habitual. Ninguna situación extrema es buena: normas demasiado estrictas no dejan crecer en libertad y no poner ningún tipo de límite dan lugar a un niño con exigencias cada vez mayores y en el cual las negativas serán vividas de muy mala manera. Lograr el equilibrio es tarea de los padres. ¡Que Dios nos ayude!